viernes, 8 de noviembre de 2013

LA ANSIEDAD: UN INVITADO NO DESEADO.


“Estaba tomando café con unos amigos. De repente empecé a sentirme mal, muy mal. El corazón me latía con fuerza, casi parecía querer salírseme del pecho. Noté una presión en la garganta, y la sensación de que me faltaba el aire. Tenía calor y salí a la calle para tomar el fresco, pero aquella terrible sensación me perseguía. Comencé a notar un leve mareo. Entré de nuevo en la cafetería y le dije a un amigo que me encontraba mal. Seguía mareada, y me acompañó al médico. Por el camino me invadió el pensamiento de que me iba a morir y me puse muy nerviosa, casi temblando. Lloraba y no sabía por qué. Una vez en el médico me hicieron pruebas y me dijeron que no me pasaba nada, que todo había sido un ataque de ansiedad”.

Un episodio como este es narrado casi a diario en las consultas de psicología de todo el planeta. Muchas personas padecen ataques de ansiedad con mayor o menor frecuencia, y todo el mundo coincide en que es una de las sensaciones más angustiosas y desagradables que existen, porque “parece que te vas a morir”. Nada más lejos de la realidad. Hasta el momento nadie se ha muerto por un ataque de ansiedad. Es cierto que provoca una sensación muy desagradable, pero conocer bien qué es y cuáles son los mecanismos que la desencadenan puede hacernos prevenir episodios como el que hemos leído arriba.

Podemos definir la ansiedad como una reacción de aumento de la actividad fisiológica ante un estímulo concreto o ante un conjunto de estímulos (un ambiente estimular) que provocan estrés en el organismo y que saturan su capacidad de respuesta. Debemos diferenciar entre la respuesta de ansiedad, que cumple funciones claramente adaptativas proporcionando al organismo una activación oportuna ante determinadas situaciones estresantes; y la ansiedad patológica, que supone una respuesta desproporcionada ante un estímulo o una situación aparentemente inocua y que, como su nombre indica, es una enfermedad ya que es una alteración significativa del funcionamiento normal del organismo.

Sentir ansiedad cuando una situación nos estresa es algo completamente normal, que sirve para activarnos y para dar una respuesta eficaz ante esa situación estresante. Sin embargo, hay ocasiones en que la situación por si misma no requiere de este tipo de respuesta (como son muchas de las actividades cotidianas), situaciones en las que se presenta la ansiedad como un invitado no deseado. Cuando la ansiedad es muy severa, se prolonga en el tiempo y nos impide hacer una vida normal hablamos entonces de ansiedad patológica, puesto que dicha respuesta de ansiedad ya no tiene sentido en la mayoría de las situaciones en las que nos encontramos.

Cuando la repuesta de ansiedad se convierte en ansiedad patológica percibimos síntomas de tipo fisiológico (temblores, rigidez, mayor sensibilidad a la luz y al sonido, hormigueo, arritmias, aumento del latido cardíaco, sensación de mareo, falta de aire, salivación excesiva), de tipo emocional (irritabilidad, impaciencia, ganas de llorar), y de tipo cognitivo (preocupación, pensamientos rumiantes, dificultad para la concentración, sensación de amenaza). Como podemos ver, todos ellos producen sensaciones de malestar muy desagradables.

La ansiedad está en la base de numerosos trastornos psicológicos y psiquiátricos: fobias y miedos, trastornos obsesivo-compulsivos, hábitos nerviosos, problemas de sueño… Y en los casos más graves puede provocar estados de ánimo depresivos, crisis vitales, etc. Como en todos los ámbitos, es mejor prevenir la ansiedad que curarla, con actitudes como una visión organizada y serena de las circunstancias que nos rodean, la adopción de pensamientos positivos y la búsqueda de soluciones eficaces ante los problemas. En caso de sufrir episodios aislados de ansiedad -como el que presentábamos al inicio de este artículo- es aconsejable realizar ejercicios de relajación y de tipo cognitivo, con el fin de controlar el avance de la ansiedad como respuesta patológica. En los casos más graves requiere una respuesta médico-clínica. Si lo vemos oportuno, en todo el proceso siempre podemos ponernos en manos de un especialista, impidiendo que la ansiedad se convierta en patológica, y nos haga sufrir episodios continuos y claramente incapacitantes.

Andrés Toledo.